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CONTENIDO 141


REGION SURESTE DE COAHUILA: 1983-2004
Efectos de una Comercial Mexicana en el empleo

Federico Muller

Doctor en Economía. Catedrático de la Facultad de Economía. e-mail ricardomuller@mail.uadec.mx

 

Introducción
La política económica de corte neoliberal que instrumentaba el Estado mexicano en la transición de la economía nacional hacia un modelo abierto a la competencia internacional, ha ocasionado la existencia de fuertes diferencias en el comportamiento del crecimiento económico y con ello del mercado laboral, lo que propiciaba tendencias a la concentración económica en unas cuantas entidades federativas, principalmente del centro y norte de la república. Uno de los factores que han hecho inequitativo el mercado laboral sería sin duda la calidad del empleo . Históricamente, la mayoría de las capitales de los estados del centro y sur del país han presentado índices de competitividad social por debajo de las ciudades del norte (Monterrey, Chihuahua, Tijuana, Saltillo y la Paz) que generalmente han sostenido y consolidado su economía mediante el desarrollo de su sector industrial, el cual en una medida importante ha dependido de la inversión extranjera directa (IED), particularmente estadounidense, que a su vez generaba un efecto multiplicador en la economía para reactivar los sectores de comercio y servicios. Con ese marco de referencia, la ponencia pretende analizar el crecimiento y el comportamiento del empleo en la región sureste de Coahuila que tiene en la capital del estado, Saltillo, el centro de un área de crecimiento manufacturero. A raíz de la apertura comercial, la región presenta marcadas transformaciones en su estructura productiva que acentúan la trascendencia del sector manufacturero como eje dinamizador de la estructura económica. El crecimiento manufacturero de la región se vincula claramente a la apertura económica y se manifiesta en la capacidad de atracción de inversión extranjera, principalmente en torno a la expansión de la industria automotriz, así como en la creciente orientación de la producción hacia el mercado externo.
Evolución de la estructura económica en Saltillo 

Las principales actividades económicas que se desarrollaban en la ciudad de Saltillo, capital de Coahuila, durante el siglo próximo pasado (XX),  se podrían dividir en dos grandes etapas. Cada una sería irremediablemente el resultado en menor o mayor grado de las acciones de  la política económica nacional que había seguido el país para orientar su crecimiento en esa cercana centuria  pasada.
Con el modelo “mexicanizado” de crecimiento endógeno (1946-1982), que se sustentaba en la política de sustitución paulatina de importaciones; la economía saltillense dejaba las formas de producción rural e industrial que caracterizaban al régimen del presidente Porfirio Díaz y a los primeros gobiernos post-revolucionarios, como la producción agrícola de cereales, hortalizas y frutos que eran cultivados en forma tradicional en las ex-haciendas de la región y en huertas que se localizarían principalmente en los límites de la mancha urbana; también desaparecerían las principales fábricas textiles que cubrían sus requerimientos de insumos (algodón) de la región lagunera del suroeste del Estado; y la procesadora de guayule que abastecía la industria bélica norteamericana durante la Segunda Guerra Mundial. Con ello, también la ciudad empezaba a perder su fisonomía urbana colonial y provinciana, que se construyó a base de adobe de canto grisáceo y rojizo, por la textura y composición de los materiales de la región.
A raíz de la conclusión del ciclo de crecimiento auto sostenido de la economía mexicana, surgía una nueva estrategia de industrialización y comercio exterior en el país, que cambiaba gradualmente la estructura geográfica y económica de la ciudad de los tradicionales sarapes.     

Crecimiento hacia a dentro (primera etapa)

Con el advenimiento de la política de industrialización sustitutiva de bienes de consumo con estabilidad cambiaria y de precios , la actividad productiva en Saltillo daba un giro hacia la industria manufacturera y alimenticia (harinera), que se encargaba casi exclusivamente en atender la demanda del mercado regional y nacional. Es pertinente señalar por las implicaciones que traería a la estructura de empleo regional, que la mayoría de las empresas pertenecían al Grupo Industrial Saltillo (GIS), cuya propiedad de activos, control y administración dependerían de una sola familia saltillense. El GIS, se integraba por factorías que presentaban cierto grado de diversificación; éstas producían desde artículos de cocina y mesa, hasta la producción de harinas de trigo, pasando por la fabricación de calentadores para agua, de mono blocks y cabezas de hierro para motores de gasolina y diesel, así como, de pisos y recubrimientos de cerámica utilizados en la construcción de viviendas y edificios, entre otras plantas. Otra empresa que completaba el reducido paisaje económico industrial, era la International Harvester de capital norteamericano. Su producción se especializaba en maquinaria agrícola para el agro que exportaba hacia los Estados Unidos. Otras fuentes de empleo distintas a las que generaba la industria, serían las derivadas del comercio y de los servicios, así como de aquellas que generaba la paraestatal Zincamex y de la administración pública estatal y federal, a través de la creación de puestos burocráticos. No obstante, su contribución al producto económico de la ciudad era menor al que aportaba la ocupación fabril de capital privado.
La estructura del empleo industrial dependía, en gran manera, de la oferta de trabajo que generaba el GIS. El perfil de los puestos de trabajo se caracterizaba por cuadros de obreros con escaso grado de escolaridad y de precaria calificación técnica, muchos de ellos provenientes del sector rural regional y de los barrios populares de la ciudad, quienes entraban a formar parte de la producción taylorista-fordista. Aunque era indudable que después de algún tiempo en el desempeño de sus tareas (rutinarias),  desarrollaban destrezas y lograban niveles aceptables de productividad laboral para el entorno nacional de aquel entonces, sin competencia internacional. Los mandos medios técnicos los proporcionaba el Instituto Tecnológico de Coahuila, mientras que los administrativos llegaban de las academias comerciales, centros educativos localizados en Saltillo.
En la firma de los contratos laborales (cesantías, finiquitos, pensiones, jubilaciones, etc.), negociaciones salariales y requerimientos de protección mínimas para trabajar, se aprovechaba la concentración de los activos industriales que ostentaba el GIS y la casi nula combatividad de los sindicatos oficiales (CTM y CROC), que teóricamente debían representar los intereses de sus agremiados, para conseguir negociaciones y acuerdos beneficiosos y determinar remuneraciones salariales iguales o superiores a la productividad de los operarios, quienes trabajaban no necesariamente en condiciones óptimas de seguridad industrial.

Rigidez en la oferta de trabajo

La escasez de empleadores dificultaba la incorporación de nuevos trabajadores, y los ya contratados veían obstaculizado su posible ascenso jerárquico intra-empresa y movilidad entre factorías, no solamente por la concentración de los activos industriales y financieros en unas cuantas familias, sino por la administración familiar conservadora, vertical y rígida con que manejaban los planes y proyectos de inversión, así como la toma de decisiones operativas. Era casi una constante que la inversión empresarial provenía de una parte de las utilidades obtenidas por los propios capitalistas locales y de los ahorros de los saltillenses, pues en aquella sosegada vida provinciana saltillense, el GIS y otros grupos industriales, también manejaban las llamadas financieras, instituciones de ahorro y préstamo y para cerrar el circuito “endogámico” financiero-industrial en forma casi perfecta eran además accionistas principales de varios bancos comerciales regionales y nacionales.
En síntesis se puede aseverar que la rigidez en la oferta de trabajo en la economía de  Saltillo era la responsable de la incapacidad que mostraba su mercado laboral para absorber en proporciones superiores, o al menos iguales al crecimiento de su población y, muchos menos de atraer mano de obra de otras ciudades de la república. La ya de por sí reducida tasa de crecimiento del empleo , se veía también afectada por la escasa participación de la inversión pública, privada nacional y extranjera directa en la economía domestica. Eso podría explicar, junto con la sui géneris administración industrial local, el lento y mediocre crecimiento urbano, demográfico (ver cuadro no. 1) e industrial que experimentaría la ciudad en ese período de desarrollo estabilizador y desarrollo compartido en que el país buscaba afanosamente un proyecto de “corte nacionalista” que debía generarse endógena-mente.

Cuadro no. 1
Población en Saltillo, 1950-1970


Año

Habitantes

Tasa de crecimiento anual

1950

69 842

-

1960

98 939

0.035

1970

153 481

0.044

Fuente: Elaboración propia, con información del INEGI. 

Promoción de exportaciones (segunda etapa)

Es conveniente señalar que para poder comprender mejor la transición que se daba en la economía mexicana a partir de los años 80 del siglo XX, será necesario revisar, al menos brevemente, el contexto mundial económico que sin lugar a dudas influiría en el cambio de derrotero de la política económica nacional.  La segunda parte del siglo XX sería testigo de la reconfiguración que empezaba a experimentar la economía mundial. Ésta atravesaba por un proceso lento y gradual de apertura en su primera fase, pero que se iría acelerando progresivamente, básicamente impulsado por tres factores: la creciente movilidad internacional de capitales, la reducción de barreras comerciales, y las grandes innovaciones en los transportes, comunicaciones, y telecomunicaciones .  
México se incorporaría plenamente a la apertura internacional, luego de la debacle del modelo de sustitución de importaciones, a través de su ingreso al GATT, y se comprometería a la reducción de sus aranceles. Estos cambios en la orientación económica de alguna manera beneficiarían a Coahuila, entre otras entidades federativas de la república,  que recibiría relevantes flujos de inversión extranjera directa (IED). En el caso de Saltillo la IED llegaría para el sector automotriz, la cual sería atraída por una conjunción de dos elementos, el primero geográfico y socioeconómico, mientras que el segundo sería de carácter corporativo transnacional ajeno a las características de la región.     
La ubicación geográfica de Saltillo, no muy distante del sur de Texas, le permitía comunicarse sin costos de transporte muy onerosos, mediante carretera y ferrocarril, con las fronteras de Nuevo Laredo y Piedras Negras; la experiencia de los trabajadores, particularmente los que se encargaban del vaciamiento de los chasis de los motores de combustión interna para automóviles en la Compañía Industrial Fundidora del Norte (Cifunsa) del corporativo GIS; el entorno laboral sindical “apacible” controlado por la “todopoderosa” CTM y la sorprendente capacidad de negociación del gobierno del Estado de aquel entonces con las multinacionales automotrices, serían entre otros factores locativos y políticos, los que determinaban la llegada de dos armadoras de automóviles a la región (General Motors y Chrysler).
El patrón de localización. Es pertinente también decir, que independientemente de las ventajas comparativas que podría ofrecer Saltillo, las inversiones no se habrían recibido, sin el cambio que se daría en el patrón locativo industrial automotor en el país, que se orientaría al mercado internacional. Los corporativos llegarían a la decisión de trasladar sus empresas del centro al norte del país, particularmente las empresas norteamericanas (General Motors, Ford y Chrysler), en virtud que sería más rentable para ellas, asumir el costo de la re-localización, o de apertura de nuevas plantas, que absorber las des-economías que se presentarían al permanecer ubicadas en la zona metropolitana de la ciudad de México (ZMCM).

La Industria automotriz (IA) en la región.

La IA, llegaría a la región sureste de Coahuila en los años de 1979 y 1981 con las plantas armadoras: General Motors y Chrysler, quienes abastecerían de productos (motores y automóviles) al mercado norteamericano, que si bien es cierto, también atenderían el mercado interno nacional, pero éste representaría una parte marginal de su producción. Con el advenimiento de las transnacionales, se incorporarían también a la región sus proveedores, es decir empresas de auto-partes que les suministrarían insumos y servicios, particularmente en aquellas áreas y funciones no sustantivas para ellas. El patrón de localización integrado que se formaría respondería a los requerimientos de los modelos de organización industrial integrados y flexibles, de los cuales, se derivarían los programas control estadístico del proceso, control total de calidad, y justo a tiempo, entre otros. A partir de esos cambios en la localización industrial, las actividades económicas en Saltillo, empezarían a depender de una sola industria: la automotriz, y con ello, se gestarían modificaciones importantes en el área geográfica. Además la ciudad, con el crecimiento industrial, comenzaría a experimentar un aumento demográfico que rebasaría sus límites administrativos-políticos municipales y formaría un corredor industrial con los municipios vecinos de Arteaga y Ramos Arizpe. Tal conurbación urbana inter-municipal, le permitiría conformar un centro de intercambio de bienes y servicios que podría competir con otras zonas metropolitanas del norte del país por el establecimiento de nuevas empresas, principalmente de capital internacional. El empleo en la región a raíz de la explosión industrial, aumentaba en los primeros años de 1980 y mejoraba su competitividad social e influía positivamente en el abatimiento de  los índices de marginación de la región (ver gráfica no.1); pero se presentaba una desaceleración en la oferta de fuentes de trabajo a partir de 2001.
 
Gráfica no. 1
Índices marginación en los 38 municipios de Coahuila, 2000

El modelo de economía abierta y sus implicaciones en el empleo de la región

Durante el periodo de ajuste estructural, década de los 80, mientras el país enfrentaba el estancamiento de la economía, la región Sureste de Coahuila entraba en un fuerte crecimiento industrial que en términos absolutos representaba la creación de 16,435 puestos laborales entre 1980 y 1988, al ascender de 19,094 a 35,529 en esos años. Estas cifras representaron una tasa media de crecimiento anual del orden del 8.1 por ciento. Una vez que se recupera el crecimiento a nivel nacional, la manufactura de la región Sureste fue capaz de crear 22,736 puestos laborales entre 1988 y 1998, para llegar a 58,265, lo que representa una tasa media de crecimiento del 5.1 por ciento y señala la permanencia de su capacidad generadora de empleo, aunque a un ritmo menor con respecto a los años del ajuste estructural.
Más adelante, el periodo de 1998 a 2003 se caracterizaba  porque por primera vez -desde el inicio de la transición al modelo de economía abierta- la manufactura de la región no sólo fue incapaz de crear empleos, sino que los reduce a una tasa promedio anual de 3.9 por ciento, si bien es cierto que es un periodo caracterizado por un estancamiento de la economía nacional a consecuencia de la reducción en el ritmo de crecimiento de la economía norteamericana, es significativo porque muestra una de las consecuencias de la integración que ha alcanzado la región con dicha economía y la dependencia que ello implica.
En una perspectiva que contempla el periodo de estudio en su conjunto (1980-2004), se puede hablar de una constante reducción de la capacidad generadora de empleos por parte de la industria manufacturera de la región, con marcadas diferencias entre las ramas de actividad en los diversos periodos, como se explicará a continuación.

Características de la fuerza de trabajo

Los procesos de reestructuración productiva que implicaban la modificación de la base tecnológica y las formas de organización de la producción, generalmente se acompañaban de la introducción de tecnología más intensiva en capital, por lo que el crecimiento de la producción industrial no necesariamente generaba aumentos en el empleo en la misma magnitud. Los cambios tecnológicos tienen también repercusiones sobre las características de la fuerza laboral empleada, ya que mayores niveles de complejidad en los procesos productivos y en los medios de producción exigen una fuerza laboral con mayores capacidades que frecuentemente se asocian con los niveles de escolaridad. Contar con mejores capacidades permite a la fuerza laboral ser más productiva, lo que hace posible que los trabajadores accedan a una mejor remuneración.
La información arrojada por los censos de población da una idea de los cambios en las características de la fuerza laboral que acompañaban la transformación productiva de la región Sureste de Coahuila. De esta manera, la población presenta un constante incremento en su nivel de educación formal: en el año 1980, el 12.6 por ciento de la población mayor de 15 años contaba con estudios mínimos correspondientes a algún grado de estudios de preparatoria o bachillerato; en 1990, el indicador llegó al 21.9 por ciento y diez años después al 27.1 por ciento. Para tener un punto de comparación diremos que los indicadores a nivel nacional evolucionaron de 11.5 por ciento en 1990 a 20.9 por ciento en 2000. Estos datos son significativos de la tendencia del nivel educativo de la población de la región, porque muestran un ritmo de crecimiento más vigoroso con respecto al referente que se ha comentado.
En lo que se refiere al porcentaje de población con algún nivel de estudios superiores realizados, aunque no necesariamente concluidos, entre 1980 y 2000 la región vio incrementarse ese indicador del 3.5 al 16.6 por ciento, que si bien en alguna medida corresponde con una tendencia que se observaba a nivel nacional, el incremento es más pronunciado en la región y se coloca en el año 2000 arriba del indicador nacional que era de 10.9 por ciento.
Una manifestación de la flexibilidad en la relación laboral que se trataba de impulsar como una alternativa de las empresas para ajustar su producción a las modificaciones de la demanda, era la posibilidad de flexibilizar la duración de la jornada laboral. Entre los diez años que transcurren de 1990 a 2000, en la región se reduciría el número de trabajadores que laboran menos de 40 horas, del 22.3 al 17.3 por ciento del total de la fuerza laboral en ese sector. El porcentaje de trabajadores que manifestaron haber laborado entre 40 y 48 horas, que se puede considerar normal en la industria manufacturera, se ubicaba en 56.5 por ciento en 1990 y en 60.4 por ciento en el año 2000, en tanto que en el referente nacional se manifestaron indicadores considerablemente inferiores a los de la región. Por otro lado, se incrementaba el porcentaje de quienes trabajaban más de 48 horas, del 19.6 al 21.8 por ciento.
Para un acercamiento más reciente, aunque con las reservas asociadas a las diferencias de método, cobertura y estratificación que presentan las encuestas de empleo -que no son comparables en estricto sentido con la información censal- se incluye información levantada en los años 2002 y 2004. Los datos señalaban que en el primero de estos años, el 69.3 por ciento de los trabajadores cubrieron jornadas laborales entre 35 y 48 horas semanales; sin embargo, para 2004 el dato de la encuesta se reduciría a 54 por ciento, mientras que el de los que laboraron más de 48 horas se incrementaron de 17.7 a 23 por ciento. Esta información, a pesar de que se refiere a un periodo que se caracterizaba por la inestabilidad en el empleo de la región debido a la desaceleración de la economía de los Estados Unidos, sugiere que las empresas han contado con un margen de maniobra para flexibilizar la duración de la jornada laboral en coyunturas como la mencionada.
Las fuentes mencionadas coinciden en apuntar una tendencia a que la jornada laboral se mantenga en los parámetros normales o se alargue. Desde el punto de vista de la fuerza de trabajo, es una manifestación de que los trabajadores buscan obtener una mayor remuneración, laborando horas extras o bien desarrollando actividades en un empleo adicional, lo que implicaba un mayor desgaste para acceder a los satis-factores necesarios propios y de su familia, dado el deterioro salarial observado desde la transición al modelo de apertura económica.
Continuando con los niveles de ingreso medidos en salarios mínimos, es difícil realizar comparaciones precisas para todo el periodo porque los datos censales -correspondientes a 1980- no presentan la información en salarios mínimos, sino en pesos, que al ser convertidos en salarios mínimos arrojan rangos no comparables de manera precisa con los datos presentados en 1990 y 2000. Sin embargo, para tener una visión de los estratos de ingreso predominantes en 1980, se comentará que en la región Sureste el rango con mayor incidencia de trabajadores fue aquel que se encontraba entre 0.85 y 1.56 salarios mínimos, con el 30.9 del personal ocupado, lo que marca una diferencia con los datos del país cuyo rango más nutrido fue el de menos de 0.85 salarios mínimos, lo que hace ver que la región iniciaría el proceso de transición al modelo de economía abierta, bajo condiciones salariales convenientes para el capital, desde este punto de vista. Más adelante, los censos de población de 1990 indicaban que en la industria manufacturera de la región, el 47.6 por ciento de la población ocupada percibía ingresos entre uno y dos salarios mínimos, el segundo rango en importancia con el 19.6 por ciento fue el correspondiente a más de dos y hasta cinco salarios mínimos. Esta secuencia de rangos de ingreso guarda diferencias con los registros a nivel nacional, que tuvieron igualmente como rango predominante el que va de uno a dos salarios mínimos con el 43.9 por ciento del personal ocupado, pero el segundo en importancia es el de menos de un salario mínimo con cerca del 19 por ciento. En el año 2000, el rango de ingreso predominante en la región Sureste de Coahuila fue el que se ubicó entre 2 y 3 salarios mínimos con el 34.5 por ciento, mientras que a nivel nacional el rango predominante continuó siendo el que considera entre uno y dos salarios mínimos. La evolución de los rangos predominantes de ingreso refuerza la idea de que, efectivamente, en la región Sureste de Coahuila se presentaron condiciones para que una parte de la población ocupada contara con mejores salarios en comparación al referente nacional; sin embargo, esta situación no necesariamente expresa una mejoría en las condiciones salariales, puesto que en términos reales -entre 1990 y 2000- el poder adquisitivo del salario mínimo se reduciría en un 30 por ciento.

Calidad del empleo en la región

De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) un empleo es de calidad si cumple con las siguientes características: el puesto laboral no es ocupado por infantes; se genera en la economía formal; el empleado tiene acceso a los servicios de atención médica; la jornada laboral no excede las ocho horas por día; y por último su remuneración le permite al trabajador obtener los satisfactores básicos para vivir con decoro. Estas condiciones son las que debe cumplir una fuente laboral “decente”, que finalmente son agrupadas, por el organismo internacional, en un indicador general: el índice de competitividad social (ICS) que relaciona la faena laboral con el bienestar que propicia en el hogar del asalariado.
Si se aceptará el ICS como un indicador fiel del desarrollo de una ciudad o región en cuánto a la calidad de su empleo, entonces Saltillo y su área metropolitana habrían presentado desmejoras en este aspecto, en el año 2000 ocuparían la segunda posición a nivel nacional, solamente por debajo de Chihuahua, pero a partir de esa fecha su empleo se vendría deteriorando hasta descender, en 2006, al lugar número seis en el ranking  de las 32 ciudades que ausculta la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), que es auspiciada por el INEGI. Sería conveniente también decir, que la capital de Coahuila ha permanecido en este período que se analiza dentro de las primeras posiciones en el país (ver cuadro no. 2).

Cuadro no. 2
Las ciudades con más calidad en el empleo en México, 2000, 2004-2006


Área metropolitana

2000

 

2004

 

2005

 

2006

 

 

ICS*

Lugar

ICS

Lugar

ICS

Lugar

ICS

Lugar

Chihuahua

0.8549

1

0.8586

1

0.8549

1

0.8620

1

Saltillo

0.8499

2

0.7837

6

0.7921

5

0.7884

6

Monterrey

0.8209

3

0.8074

2

0.7987

4

0.7941

5

Tijuana

0.8176

4

0.8021

3

0.8103

2

0.8254

2

La Paz

0.8015

5

0.7918

5

0.8023

3

0.8125

3

*Índice de competitividad social
Fuente: INEGI 

Pronóstico

Aunque existen las mentirillas piadosas, las grandes mentiras y las cifras estadísticas por lo manipulable de las mismas; y el que escribe añadiría, y los modelos econométricos. Todos los pronósticos serios tanto nacionales como internacionales señalan que a partir de 2008, la economía estadounidense pasará de una desaceleración  a una recesión económica, es decir una disminución de las actividades económicas con respecto al año anterior (2007).
En forma poética y musical Don Rafael Hernández describe lo que una astringencia económica significa para el pueblo. Lo que escuchó de su querida isla (La perla de los mares), lo reflejaba en una melodía tristemente hermosa: lamento borincano, parte de esa canción dice así: Sale loco de contento con su cargamento para la ciudad… y alegre el jibarito va…al llegar al mercado de la ciudad pasa la mañana entera sin que nadie quiera su carga comprar todo esta desierto y el pueblo está lleno de necesidad…Y también para los saltillenses representa mucho un traspié de la economía norteamericana, simplemente porque las exportaciones de automóviles y motores que se ensamblan y arman en las plantas de Ramos Arizpe y Derramadero con destino a Estados Unidos, disminuirían. Al decrecer las compras, desciende la producción; lo que se traduce para la región en desempleo y penuria económica. En términos técnicos la región depende económicamente del cluster automotriz, que se estructura por dos empresas automotrices ancla que atraen espacialmente a sus principales proveedores. Estos conforman las empresas de auto-partes, que a su vez también demandan trabajadores, los cuales generan compras de bienes y servicios en el mercado local. Se puede apreciar, por los encadenamientos de factores e insumos, que el andamiaje económico es perversamente vertical, sin salidas laterales que puedan mitigar los efectos negativos en salario y empleo propiciados por una caída en la producción de bienes finales (motores y autos). En Coahuila, de acuerdo con los censos económicos 2004, elaborados por el INEGI, las actividades automotrices (Fabricación de asientos para vehículos; fabricación de equipo automotriz y fabricación de motores de gasolina) generaban en la entidad 55 266 plazas de trabajo. De éstas más del 50 por ciento se concentraban en los municipios de Ramos Arizpe y Saltillo, sin considerar los empleos indirectos que propicia ese sector en la zona. Es innegable el efecto multiplicador que ha tenido, la industria automotriz en el comercio y los servicios en Saltillo.
Las ventas de los automóviles pueden disminuir porque se restringe el poder de compra de las familias norteamericanas, sin embargo, subyace un problema más grave para las multinacionales estadounidenses, y con sobrada razón para Saltillo y su área metropolitana; el cambio de gustos y preferencias de los consumidores, en los últimos años han preferido los modelos asiáticos y europeos en lugar de las tradicionales marcas  estadounidenses; lo que ha propiciado alianzas y fusiones entre compañías, dando lugar a una recomposición en el mercado mundial del automóvil. Esto ha ocasionado severos cambios en la forma de administrar las empresas: GM, y Chrysler. Esta  recientemente fue adquirida por la empresa Cerberus. Después de unos meses de su venta enfrentaba una complicada situación financiera. Su presidente ejecutivo en una charla que mantuvo con el personal técnico de una de sus plantas en Estados Unidos, declaraba con desparpajo, técnicamente no estamos en quiebra; operacionalmente sí; es difícil interpretar que quiso decir con tal afirmación. Pero en lo que no fue ambiguo: en el despido de 24 000 trabajadores de la empresa, en la eliminación de turnos en cinco plantas automotrices americanas, en la des-incorporación de plantas viejas, terrenos y  otros activos que la multinacional posee en varias partes del mundo. El efecto de esas draconianas decisiones no se hizo esperar y llegaba como amarga navidad a la planta Derramadero en donde decenas de operarios perdieron su fuente de trabajo, y otros tienen la esperanza de volver, al menos así se les dijo, cuando termine el llamado paro técnico, que es una manera eufemística de llamarle al desempleo temporal. De acuerdo con analistas financieros norteamericanos, se vislumbra que la intención de los nuevos dueños de la armadora es superar la actual crisis de liquidez, mediante despidos masivos, y una vez saneadas sus finanzas desprenderse de ésta al mejor postor. Lejos quedó la pasión y entrega por el automóvil de los pioneros del mismo (Henry Ford, Benz, etc.) que manejaron sus empresas con criterios muy distintos a los especulativos que sólo buscan  obtener jugosas ganancias en el corto plazo. GM, empresa que ha mantenido una cerrada competencia con un fabricante japonés (el cual  pretende abrir una planta en México, y todo parece indicar que será en Monterrey, buscando la optimización geográfica y técnica con la empresa que tiene localizada en San Antonio, Texas) por ocupar el liderazgo en la venta de automóviles a nivel planetario. Para mantenerse dentro del mercado ha tenido que: desincorporar a su filial Delphi; reestructurar sus pasivos laborales; institucionalizar la administración esbelta; americanizar e innovar las técnicas y herramientas japonesas en la fabricación de vehículos; y negociar con los sindicatos norteamericanos, innovadores esquemas para financiar las prestaciones sociales de sus trabajadores, particularmente de los servicios médicos. Con tal panorama, el pronóstico para el mercado laboral en Saltillo sería reservado.    

Conclusiones

La región sureste de Coahuila aprovechó la recomposición económica que se daba a nivel mundial desde los años setenta; su estratégica localización geográfica cercana a la frontera sur de los Estados Unidos y sus accesibles vías de comunicación con ese gran mercado para internacionalizar sus principales actividades económicas. La coyuntura internacional le permitiría un crecimiento económico acompañado de un incremento en las fuentes de empleo. Desde el punto de vista de la teoría económica convencional, sería razonable pensar que existiría una correlación positiva entre crecimiento económico y generación de empleos. No obstante, la evidencia empírica cuestionaría dichos planteamientos en el caso de la industria manufacturera en Saltillo, pues si bien en los primeros años de vigencia del modelo abierto a la competencia internacional el crecimiento se acompañaría de una generación de empleos importante, dicha tendencia apuntaría en los años recientes hacia una situación en que la generación de puestos laborales es menor de la esperada en función del crecimiento. Particularmente en los registros censales más recientes se presenta una reducción en el empleo de la región y como consecuencia de lo anterior, la tasa de desempleo habría aumentando. Además de la reducción en la generación de empleo, también se observa una tendencia al deterioro en la calidad del mismo: el trabajador promedio incrementa las horas laboradas por semana, percibe salarios cada vez menos satisfactorios y también se incrementa el porcentaje de trabajadores que son contratados sin acceder a prestaciones laborales.
 


De acuerdo con el PNUD, considera la ausencia de trabajo infantil, formalidad, acceso de los trabajadores a servicios de atención médica, duración de la jornada laboral semanal y ausencia de pobreza salarial.

Se  relaciona con la calidad y composición del empleo en áreas geográficas específicas.

Villarreal, René. México 2010. De la industrialización tardía a la reestructuración industrial. Diana. 1988. Página 205.

Según el economista, Solís Manjarrez, Leopoldo, este no es un problema privativo de algunas ciudades del país, sino que se viene arrastrando a nivel nacional desde la época del general Díaz Mori, que ha deteriorado la participación del factor trabajo en la distribución del ingreso. Ver, su texto. La realidad económica mexicana: reprovisión y perspectivas. FCE, tercera edición, 2000. Página 62  

Si se compara con las que experimentaron las principales ciudades industriales de México, como el D. F., Monterrey, Guadalajara, etc. 

Tugores Ques, Juan. La economía internacional en el siglo XX. Apuntes de clase. Universidad de Barcelona, 2000

Veáse, Muller Rodríguez, Federico. Patrones de localización de la industria automotriz: el caso de la región sureste de Coahuila. Tesis profesional, Escuela de Economía, U A de C, 1994. Páginas 48-54  

Administrativamente se compone de los municipios de: Arteaga, Ramos Arizpe, Saltillo, Parras y General Cepeda; para los fines que nos ocupan, la circunscribiremos solamente a los tres primeros municipios que cuentan con mayor  inversión extranjera.   

Ver, Plan Estratégico de Desarrollo de los municipios de Saltillo, Ramos Arizpe, y Arteaga al año 2025.  Gobierno del Estado de Coahuila. 2003. Páginas 206-211

Ídem a la llamada número 4

Ver, Índice de Competitividad Social, PNUD,  México. Boletín, primer semestre, año 2007, número 1

Una concentración sectorial y geográfica de empresas que producen y venden un mosaico de productos relacionados o complementarios y en consecuencia se enfrentan con retos comunes y oportunidades .O también. Una concentración geográfica de empresas. Dicha concentración se beneficia a través de economías externas: el surgimiento de proveedores que abastecen de materia prima y componentes, maquinaria (nueva o de segunda mano) partes de repuesto; la emergencia de mano de obra calificada con talentos específicos para el sector; un cluster puede también atraer a agentes que venden en mercados distantes y favorece la oferta de servicios técnicos, financieros y contables.