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3 años. Despertar
Gustavo Martínez Castellanos

Escritor

 

El recinto

El primero de diciembre de 2005 cuando Félix Salgado Macedonio asumió el poder, el recinto oficial se vio rebosante de gente. Pancartas con felicitaciones y agradecimientos; inclusive a la virgen. Casi doce mil personas que se peleaban por estar cerca del podio. O de las tortas y los refrescos, o de quienes repartían las banderitas y las camisetas con el negro rostro de un astado. Todos estaban ahí para demostrar a Félix  su lealtad, gritarle Estamos contigo. Sí se pudo. Duro, duro, duro. Aun cuando fueran de la clase alta. Ese día la sala mayor de América Latina recibía a Félix Salgado y toda su parafernalia publicitaria como a un ídolo grupero, la estrella del filme, el político de moda. Como a un gran priísta en aquellos mítines apoteósicos. Uf.

La gente

Dentro y fuera del salón había gente de todos los colores. Mucho pueblo; es decir, personas vestidas casi con harapos; familias enteras con niños que repetían autómatas: Sí se pudo, sí se pudo. Trabajadores de todas las áreas, desde prestadores de servicios y taxistas hasta pescadores. Campesinos. Muchos colonos, debidamente controlados por sus líderes. Comerciantes ambulantes y congregaciones de mujeres, de profesionistas, de artistas y hasta de empresarios. Así fue: los dueños de los medios de producción y del capital locales, también fueron invitados. Políticos a pasto. Sobre todo del PRD y todas sus tribus. Estaban los de oposición como buenos perdedores y también los de los “partidos chicos” que compartían un pedacito de poder a través de una regiduría o de un puestecito de subdirector. También había periodistas, pero no sólo los reporteros de la fuente sino también los directores y subdirectores de medios informativos. Las figuras y los figurones locales. En fin, estaba todo mundo, a excepción de los resentidos. Casi doce mil personas. Carajo, ni el día de las elecciones.

Más de dos años

Veinticuatro meses más tarde, toda aquella algarabía se fue al caño. Literalmente. El segundo informe de gobierno (que de alguna manera hay que llamarlo) de Salgado Macedonio fue un velorio. De aquellos doce mil ciudadanos, sus adláteres sólo pudieron acarrear la sexta parte. Ni los antojitos mexicanos prometidos en la televisión atrajeron a la gente. De la clase empresarial no hubo sino cuadros medios, y de los políticos sólo los de la cuota del partido. El pueblo, ese implacable juez, decidió no asistir. Ni los trabajadores, ni los pescadores, ni los campesinos. Nadie que pudiera decir Con Félix mi vida en Acapulco ha mejorado… o desempeorado. Cuando menos. De los medios de comunicación sólo asistieron los reporteros de la fuente aquellos que en su mayoría le repitieron durante estos años su gracejadas, sus chistes babosos, su tarabilla al hablar, sus retruécanos seudorurales (los campesinos no hablan así, ingeniero); sus quiebres de cadera al bailar, sus canciones favoritas, su estrambótica visión del mundo y de nuestra ciudad. A dos años de distancia, esos reporteros de esos medios, se acabaron con Félix la imagen presidencial hasta dejar sólo el cascarón inocuo en el que cualquiera podría abrigarse, sin que importara su bajo nivel de sinapsis. Pero no solo eso.

Los recintos

Se acabaron también -en embrión- una idea de la gobernabilidad y del gobierno; se acabaron una idea de la emisión de ideas y de propuestas, se acabaron la esperanza de un auténtico republicanismo: “¿me permite expresarme señor alcalde?”. Se acabaron lo saldos del sueño de la democracia para construir, en su lugar, línea por línea, foto por foto, página por página, ejemplar por ejemplar la ínsula barataria en la que el bufón elevado a rey pudiera gobernar. Y se acabaron, a fin de cuentas, la posibilidad de que en Acapulco exista gobierno en serio. El día del informe ninguno de los reporteros de esos medios protestó contra el hecho de que este alcalde, argumentando ahorros de última hora, confirmara su catadura de merolico al rendir un informe en la calle… Detrás de la raya jóvenes, que estoy trabajando. Acapulco, después de meses sin agua, sin seguridad y sin gobierno, merecía, un acto de gobierno con madurez. Pero les ganó el populismo barato: en la calle y con acarreados con mantas. ¿Qué sigue?, ¿escenarios de cartón?

La realidad

Los acapulqueños podríamos decir que conocemos nuestra ciudad con tan solo mencionar alguno de los más significativos actos de gobierno de Félix: la reinstalación de Castro Salas. O el retorno de la máquina dragón. O su puente hacia la nada. O su fiesta particular de la nao. O el secuestro de Acapulco para pedir dinero para todo a la federación. O su idea de… En fin, podríamos llenar páginas y páginas de desatinos “gubernamentales” (esos que la oposición llamó eufemísticamente “ocurrencias” como si el dinero de las arcas públicas fuera el domingo que su papá le daba los fines de semana al niño Félix: Ande mijito, a ver en qué se le ocurre gastárselo esta vez…) pero podemos reducir todo eso al ámbito en que se movieron (y continuarán moviéndose) las declaraciones de Carlos Álvarez, Secretario de Finanzas del Gobierno del Estado, en aquel duelo verbal de hace quince días: No hay dinero para pagar los aguinaldos, declararon los ayuntamientos más pobres del estado. Consigan préstamos bancarios, nosotros tampoco tenemos, atajó Carlos Álvarez. Yo tengo y le puedo prestar al gobierno del estado, saltó a lo bobo, Félix. Mejor rescate CAPAMA, reviró Álvarez y agregó: Yo fui secretario de Finanzas de Acapulco en el gobierno de  Zeferino, nosotros recibimos un poco más de 500 millones de pesos de recaudación y tres años después dejamos más de 1,000 millones, crecimos al doble; ¿por qué ustedes han crecido tan poco en cinco años? Félix ya no respondió. Su silencio puede leerse así: o no recauda lo suficiente porque es torpe hasta para eso o lo recauda de otra manera y no lo declara, que es para lo que ha resultado muy listillo.

Las muestras

En Acapulco no se infracciona al turista, se extorsiona al conductor. Ningún local de la zona del muelle tiene medidor de agua, pagan una cuota sin recibo. Dos años de presupuesto de cultura y de recursos de Hábitat desparecidos. Acusaciones de que el DIF “cobra impuestos” a empresarios como donaciones. Empresarios que no pagan ni agua ni predial pero que jamás han sido amonestados. Rumores de que Félix  tiene un serrallo en la nómina de CAPAMA y, en la del ayuntamiento, a miembros de la CECOP. Sólo por mencionar algo de lo que se filtra. Las verdaderas cifras las maneja Ignacio Mariano Alonso, ex rector de la Loyola. El “fusible” intercambiable.

 

A tres años

Acapulco no ha crecido no sólo en recaudación sino tampoco en infraestructura ni en nivel de vida. De hecho, ha decrecido: se está quedando sin arena y nada queda de la pureza de sus aguas: será un “puerto negro”. La federación nos ha negado recursos reiteradamente. La ciudad es un desastre. Sin embargo el PRD y los perredistas cada vez son más pudientes: casas, autos, negocios, puestos públicos. Ellos sí han crecido. En ellos, la democracia es una realidad.
Empero el informe banquetero de Félix demostró que en estos veinticuatro meses la gente pobre se ha quitado la venda de los ojos: no asistió; el siguiente paso es no votar por el PRD. Que Félix lo arrastre en caída, le queda un año. Si llega.
“Casi tres años de gobierno” se dice rápido, pero han sido muchos días y muchas noches de pesadilla en una ciudad condenada al perredismo. Habrá que despertar.