INICIO

CONTENIDO 134

 

 

 

 

 

   

 

La patria es Guerrero

Discurso pronunciado en representación de los galardonados en la entrega de Condecoraciones y Premios Civiles 2007, en el 158 aniversario de la creación del Estado de Guerrero, el 27 de octubre de 2007, en el auditorio José Joaquín de Herrera, en Chilpancingo, Gro

David Cienfuegos Salgado 

Doctorodo por la UNAM

 

Guerrero, como pocos Estados de la República, se distingue por ser la matria de distinguidos mexicanos.

Hoy, en nombre de un selecto grupo de personas, honradas con diversas de las distinciones más importantes que este Estado confiere, se me ha concedido el enorme honor, uno más, de agradecer la distinción que se nos hace. Por supuesto que, a lo honroso que resulta ser designado ganador de una presea, cualquiera que ésta sea, se aúna el enorme regocijo de que tal presea lleve el nombre de alguno de los próceres de este Estado.

Toda distinción, por supuesto, es motivo de orgullo y gratitud. Sin embargo, aparejado a ello, la deferencia concedida conlleva un compromiso serio y profundo. Si bien hay premios que se otorgan al cabo de una trayectoria, hacia el final de un ciclo, para reconocer los méritos y las obras realizadas, lo que conduce a percibirlos como recompensas, también hay distinciones que una vez otorgadas comprometen, pues, como bien se sabe, en no pocas ocasiones lo más importante no es llegar, sino mantenerse.

En el grupo de personas que hemos sido honradas con diferentes premios el día de hoy, se puede distinguir entre aquellas cuya trayectoria, fructífera e invaluable, es recompensada, reconocida, saludada, gratificada. Pero en dicho grupo también se puede notar a aquellas personas que al ser premiadas hemos adquirido un compromiso, o quizá debiera decir, hemos renovado el compromiso que, desde tiempo atrás, hemos adquirido con nuestra matria: el contribuir a su mejoramiento y bienestar.

Hoy, me permito felicitar sinceramente a aquellos cuya larga vida de esfuerzo, dedicación y constancia ha sido reconocida; felicito también a quienes la distinción les implica un renovado compromiso con Guerrero y los guerrerenses, y me felicito, sobre todo, por formar parte de una comunidad, la guerrerense, digna represente de los mejores atributos de la nación mexicana.

Agradezco cumplidamente, en nombre de los dieciséis galardonados, la distinción que la sociedad guerrerense nos otorga a través de la integración ciudadana de los consejos de premiación designados por el Gobierno del Estado. No cabe duda que se trata de una distinción magnífica, plena de significados para muchos de nosotros.

Muchas gracias a todos los integrantes de los consejos de premiación.

Parafraseando a Sabines, les digo que siguiendo las prescripciones de la moral en turno, debería haber iniciado estas palabras con el listado de cargos, de nombramientos, de celebridades, porque de eso está plena esta reunión.

Pero me resisto, porque ante todo, en esta fiesta de la patria chica, vengo como un ciudadano más, como un hijo de este Estado de Guerrero, pero sobre todo como un mexicano que en el octubre de este año, uno más en la cuarta década de mi vida, sigue cuestionándose sobre el porqué de las desigualdades que hay en nuestro país; que sigue cuestionándose el porqué del descontento de la sociedad, de esa sociedad tan profundamente dolida, desde el alba hasta la oscuridad, por los problemas que arrastra y arrostra.
Un amigo mío, que entre sueños y fantasías, entre utopías y llantos, ha pensado un Guerrero diferente, me definió cuáles eran los tres problemas que consideraba básico enfrentar para tener un futuro dignificante en nuestro Estado. Los tres problemas son derechos humanos, educación y medio ambiente.

Me mostraba con nítidos ejemplos la paradoja de esta nuestra tierra.

Un estado donde quizá lo que más han expulsado al mercado laboral las universidades son abogados, estudiosos de todo el acervo jurídico de una nación que se dice orgullosamente constitucional y democrática, y un estado donde la violación a los derechos humanos eran el pan nuestro de cada día, para propios y extraños.

Un estado donde lo que sobran son maestros, egresados de toda suerte de normales, y un estado con los índices más altos de analfabetismo y baja calidad educativa en el país.

Un estado con una de las más maravillosas geografías, especialmente la del alma, y un estado con niveles alarmantes de contaminación de ríos, de despropósitos urbanísticos, de tala de bosques, de tierras esterilizadas merced a los químicos agroindustriales, de fauna y flora amenazada.

Un estado que, por más que se quiera olvidar, se construyó con la intención de dar un destino, una identidad propia a sus habitantes. Que se construyó queriendo unir pareceres de estas regiones disímbolas y verdaderas, constantes y sufridas.

Me parece que los abogados están enfrentando su Termópilas: tienen frente a sí la oportunidad de redimir errores, los suyos, los nuestros, los que no queremos para nuestros hijos, a través de una reforma de Estado, añeja, desgastante, costosa y cada vez más lejana.

Creo que como nunca los maestros enfrentan la ruindad del sistema y se revelan antiéticos con dos plazas de tiempo completo, pero con un salario miserable, que sólo sirve para resaltar la miseria de nuestro pacto de mediocridad, donde unos hacen como que pagan; unos hacen como que enseñan y otros hacen como que aprenden.

Creo que siguen siendo los tiempos de enseñar. Eso es lo que necesitamos como sociedad.

Me engaño pensando, junto con Ortega y Gasset, que enseñar no es trasmitir ideas a otros, sino favorecer que el otro las descubra; y junto con Ramón y Cajal, concebir que la más pura gloria del maestro consiste, no en formar discípulos que le sigan, sino sabios que lo superen.

Hacen falta maestros, verdaderos maestros para enseñar. Y esos maestros están entre nosotros, aquí y allá afuera, la mayoría no está en las nóminas de la Secretaría de Educación, ni en las de la Universidad Autónoma de Guerrero, ni siquiera en las numerosas instituciones de educación superior que tanto abundan conforme pasa el tiempo. Están en todas partes, pero no siempre ahí.

Y muchos no están en tales instituciones porque después de haber enfrentado una dura lucha por superarse profesionalmente, al regresar esperanzados y entusiastas a su querido estado, les espera la más encarnizada de las batallas, pero esta vez para avanzar en medio del canibalismo y la mediocridad que impera en algunos sectores de la sociedad.

Hacen falta maestros, aunque hay muchos, realmente muchos.

Porque como decía Ramón y Cajal, el maestro es «un hombre como todos», que ha sufrido, se ha esforzado, ha dudado, se ha equivocado, ha perseverado...

Así son los que están aquí, dieciséis laureados, dieciséis maes-tros, hombres y mujeres que son distinguidos para decirle a la sociedad guerrerense, aquí está lo que has construido, y aquí están los que te construyen. Son las mujeres y hombres que se han esforzado, que han dudado, que se han equivocado y que por encima de todo han perseverado.

Y en esa perseverancia han demostrado amor a su patria, a su pasado y a sus mayores.

Sandino decía que cuando encontrará cien nicaragüenses que quisieran a su patria como él lo hacía, entonces Nicaragua sería otra, libre, soberana y feliz.

Se dice, aunque a nadie conste, que Vicente Guerrero acuñó otra frase que se encuentra plasmada en los principales edificios públicos de este país: la patria es primero.

Hoy, aquí y ahora, la patria es Guerrero.

Ser guerrerense es mi orgullo. Y encuentro gran satisfacción en saber que aquí están reunidos muchos que también así lo consideran. Ser guerrerense, no es sólo el accidente fortuito de nacer aquí. Hace más de una década, un amigo chiapaneco me obsequió una frase que marcó nuestra amistad: “la patria no es la tierra que los hombres pisan, sino los hombres que la tierra nutre”. En ese contexto, sentirse guerrerense es haberse nutrido de sus entrañas, es guardar el deseo y anhelo de conocer y solucionar sus problemas, de honrar la patria chica, Guerrero, el Sur de México.

El sur como apuntaba Ruiz Massieu no es sólo un punto cardinal, hay que verlo como un proyecto.
Y hoy ese es el proyecto que podemos asumir, la tarea que podemos emprender.

Nuestra tarea es luchar, poner el ejemplo. Enseñar a organizarse. Enseñar a vivir. Enseñar a escuchar las promesas que se mecen en el viento que recorre nuestro Estado, procedente del mar o de las montañas. Nuestra tarea es, por encima de todo, enseñar a soñar y a hacer realidad los más preciados sueños.

En este evento, en realidad se rinde tributo a los guerrerenses que han construido este país, este país tan alejado del centro de la República a pesar de su cercanía geográfica. Y se aprovecha la ocasión para comprometernos a seguir sus pasos. Y esos pasos son quizás nuestro mayor reto. Son la cristalización efectiva de la frase, que aun si no fue pronunciada, nos hace sentirnos orgullosos de nuestro pasado. El reto es para todos. Quienes lo acepten deberán llevar en su pecho el lema guerrerense: la Patria es Primero.

 

 

INICIO          CONTENIDO 134