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Acerca del Congreso de Historia Regional
Alvaro López Miramontes
Catedrático en la Unidad Académica de Filosofía y Letras
Texto leído en la inauguración del IV Congreso de Historia Regional del Noroeste, Biblioteca Central, UAS, los flujos de estas migraciones, cuando menos en los últimos 50 años.
IDurante los últimos cuatro años no hemos tenido otra mira que entregarnos a la tarea de consolidar y fortalecer los estudios de historia regional. Lo hemos hecho desde la Maestría en Historia como trabajo académicos y no académicos.
Los avances en el estudio de la historia regional se han ido sopesando y evaluando, condensando y elevando su calidad, en cada uno de los cuatro congresos de historia regional realizados en Culiacán.
Aquí se han ratificado las bondades del enfoque de la historia regional, en contrapartida al sobrepeso que existía en las modas de las historias nacionales, y a los estudios de temas demasiado generales, difícilmente abarcables de una sola mirada y desde un sólo ángulo.
En cada análisis microregional o regional, hemos puesto a prueba el uso de fuentes metodología, tesis corrientes y comunes sobre cada tema; visiones empíricas enciclopédicas y neopositivistas.
Hemos visto la urgencia de echar mano de los conocimientos de otras áreas afines a la historia. Hemos visto lo imprescindible que resulta el trabajo de equipo, la imperiosa necesidad de romper y golpear viejos hábitos provincianos del trabajo solitario de historiador, cierta codicia interesada para controlar la posesión de documentos aislados como un simple negocio personal, la de apropiarse de los documentos en bruto. Los documentos por sí mismos no valen mucho, si así fuera tendríamos que ocuparnos titánicamente de publicar en bloque los archivos. Aprovechar la información virgen requiere de mules de horas de preparación, requiere de una visión más amplia y compleja de la sociedad.
Acá, aún no se emprende la crítica a fondo del sensualismo documental, del neopositivismo en historia, de las ideas rectilíneas y sosas del progreso. Se requiere una crítica dura al espíritu rancio del liberalismo que se anida en las escuelas de todo tipo, desde la primaria hasta la educación superior y en todos los medios de comunicación masiva.
Se requiere sopesar las miserias morales y políticas, que implica hacer cuentas tajantes -desde nuestra generación- a la civilización cristiana, en todas sus variantes. Esta nos ha dejado más lacras y podredumbres éticas de las que comúnmente se sospecha. Las modas y los vientos rápidos de nuevas formas de pensar, fácilmente han sido liquidados. Lo empedernido de las costumbres, los hábitos culturales y la furia de los intereses particulares, son más poderoso que los vientos nuevos que hasta aquí han llegado.
Por estos rumbos, la historia regional no ha emprendido aún, con audacia, las negras historias de la apropiación y control por todos los medios, de la tierra más fértil; no ha estudiado y los procesos de la tala inmoderada de los bosques, la degradación, uso y abuso de las aguas de los once ríos.
No se ha hecho la historia de las piraterías, de la sal, azogue, plata, perlas, tabaco, moneda, mariscos, granos, verduras y estupefacientes.
En esta historia, no oficial, no acostumbrada, no avizorada aún con claridad, están enraizados todos los poderes que hoy dominan todas las instancias crediticias bancarias, eclesiásticas e institucionales. No se conoce aún los largos procesos de urbanización y establecimiento de ciudades; no se conocen las amplias tendencias del comportamiento de la mata de población, sus estancamientos, sus migraciones; no se conocen con certeza los flujos de estas migraciones, cuando menos en los últimos 200 años; la mezcolanza de retazos ideológicos nacionales de cada grupo de inmigrantes y de cada grupo de braceros que regresan. No se conoce la historia de las vías terrestres, marítimas, aéreas; ésta, nos pondría al tanto de los intereses más poderosos que han reinado en cada periodo. No se sabe a ciencia cierta, la historia del gasto público, cuando menos de la revolución mexicana a nuestros días. No se conoce la historia de la sexualidad, que tiene en estos lares suprimida por siglos a la mujer, por un machismo cruel y oculto en un matriarcado violento y estéril.
Ahora sabemos que la conquista del noroeste no fue un simple paseo militar de geniales garbanzos de a libra enviados por el católico imperio. Ahora sabemos que los soldados de cristo, los de San Ignacio, no fueron tan dulces como nos los presentaban los historiadores cristianos, ahora sabemos que las reformas borbónicas, aplicadas en estas viejas provincias obedecían a razones del Estado monárquico que iban más allá de los caprichos del Conde de Gálvez. Ahora sabemos que las guerras de independencia se tasan con otros parámetros a la rebelión contra los gachupines en el Bajío. Ahora sabemos que las guerras contra las intervenciones y la reforma, ofrecen matices en el noroeste que tuvieron que ver con los cacicazgos de la tierra y los feudos de clanes familiares. Ahora sabemos que la revolución mexicana en Sinaloa arreció y se canceló con la sombra de los caudillos sonorenses, y que vista de cerca, es el mismo drama que nos presentan Azuela en Los de Abajo y Juan Rulfo en su Pedro Páramo.
Ahora avizoramos porqué los historiadores tradicionales no se han acercado al estudio del último medio siglo. Lo que hoy tenemos es un panorama de los intentos de una historia integral de estas regiones. Lo que requerimos saber no es asunto exclusivo de historiadores, no nos hagamos ilusiones, requerimos un espíritu moderno y actual de trabajo de equipo, de trabajo de investigación interdisciplinario.
Si rompemos mitos, formas rancias de ver el pasado; si creamos la cobertura de futuros posibles, si inquietamos y hasta enfurecemos a las vetustas formas de pensar, entonces vamos por buen camino.
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